El primer caso fue en 1980. Guillermo Coppola, representante de varios jugadores en ese momento, cumplía años y justo Boca jugaba un triangular amistoso en Bragado. En medio del partido, Guillote, por su cumpleaños, se metió a jugar, lo que provocó el enojo del presidente de Boca, Alberto J. Armando. Al igual que con Spreen, los medios cuestionaron el profesionalismo de este invitado especial.

Otro caso de marketing: en 2001, llegó Takahara a Boca. Aunque era profesional, ver a un japonés en el fútbol argentino fue raro. En su corto paso, jugó siete partidos y convirtió un gol, convirtiéndose en el primer japonés en marcar en el profesionalismo argentino. Solo duró seis meses.

Una de las críticas a Spreen fue que nunca hizo inferiores. Algo similar ocurrió con Walter Ribonetto. Recién a los 22 años, en Corral de Bustos, se puso una camiseta para jugar. Un día, el “Cai” Aimar lo invitó a Lanús, y a los 27 años debutó en 2001 sin haber hecho inferiores. En 2007, se consagró campeón con el Granate y, con el tiempo, “El Tino” se convirtió en un DT respetado

Finalmente, tenemos el caso de los hijos del DT. Michael y Emiliano Díaz llegaron a San Lorenzo cuando Ramón Díaz estaba al mando. Emiliano tenía una breve experiencia en inferiores, pero Michael casi ninguna. Su presencia en el plantel no cayó bien y, al final, padre e hijos se terminaron yendo.